Debería estar prohibido decir buenos días si no he pasado la noche entera contigo.
Decir poesía y no follártela en la cama, dormir desnuda y acabar vestida de gemidos; realmente, debería estar prohibido ponerse una camisa que te quede tan bien, tan ceñida, tan quitable.
Debería estar prohibido que la lluvia empape mi ventana y que nosotros no empapemos la cama, echar carreras sin terminar corriéndonos en la meta,
gritar pecado y no cometerlo contigo, soñar intimidades y no gritártelas mientras lo hacemos.
Debería estar prohibido mirarte con tanta alevosía y no pensarte hecho poesía entre mis sábanas, que me compres bombones y no acabar con los dedos manchados de sexo, compartido, reído, llorado;
arroparte con besos y no despertarte con las cosquillas de las hojas del otoño,
que vuelan, que caen, que pican, arrascan, hacen yaga y la curan.
Debería estar prohibido saber a helado de vainilla cada vez que te lamo, mirar como me miras, con cara de niño que pide una chuche de postre y evita el resto de la comida,
abrazarte con la fuerza de un tifón
y no soltarte
aunque me maten por ello.
lunes, 12 de octubre de 2015
Prohibiciones
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