"Nunca dejes de escribir"

"Nunca dejes de escribir"
"Nunca dejes de escribir"

miércoles, 28 de octubre de 2015

Contigo.


Recogerte el desastre cuando hayas roto el jarrón, 
cuando se te caiga el café sobre los papeles del trabajo 
y las ideas salten en tu mente 
pero desaparezcan entre la blanca tinta de los folios. 
Volver a la estacada, a la escarcha entre las rosas 
pero sobre todo entre la espina dorsal de tu espalda.
Balancearte con una nana que suena como la poesía de Neruda 
y las sábanas que forman las letras de Extremoduro.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Martes.

Tengo ganas de encuadernar mis sonrisas entre las tapas acolchadas de tus pupilas, acostarlas entre los edredones de tus brazos, acunarlas, bailarlas entre nuestras caderas, acompasarlas con una canción de los ochenta, una falda lisa y el vuelo de tus pestañas cuando parpadeas.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Latidos, rugidos.

Rugía como ruge a quien le han quitado la casa
y solo le han dejado la aurícula izquierda
para vivir.
Rugía como ruge a quien acaban de salvar de un naufragio
pero le han dejado agua en el pecho,
medio viviendo.
Rugía como ruge un atrapa-sueños intentando matar a tus fantasmas
para que sueñes
y nunca despiertes.
Rugía como ruge quien tiene ganas de vivir pero a veces se ahoga,
entre sueños.

lunes, 12 de octubre de 2015

Prohibiciones

Debería estar prohibido decir buenos días si no he pasado la noche entera contigo.
Decir poesía y no follártela en la cama, dormir desnuda y acabar vestida de gemidos; realmente, debería estar prohibido ponerse una camisa que te quede tan bien, tan ceñida, tan quitable.
Debería estar prohibido que la lluvia empape mi ventana y que nosotros no empapemos la cama, echar carreras sin terminar corriéndonos en la meta,
gritar pecado y no cometerlo contigo, soñar intimidades y no gritártelas mientras lo hacemos.
Debería estar prohibido mirarte con tanta alevosía y no pensarte hecho poesía entre mis sábanas, que me compres bombones y no acabar con los dedos manchados de sexo, compartido, reído, llorado;
arroparte con besos y no despertarte con las cosquillas de las hojas del otoño,
que vuelan, que caen, que pican, arrascan, hacen yaga y la curan.
Debería estar prohibido saber a helado de vainilla cada vez que te lamo, mirar como me miras, con cara de niño que pide una chuche de postre y evita el resto de la comida,
abrazarte con la fuerza de un tifón
y no soltarte
aunque me maten por ello.

lunes, 5 de octubre de 2015

Ayer.

Los Domingos siempre implican resaca,
aunque no hayas bebido la noche anterior.
Implican mareo en el corazón 
y sentir que la cabeza va a la deriva, 
con razón.
Implican desgaste de labios,
abrazos arrugados que hacen estirarte
hasta la última esquina del cuerpo.
Versos arrastrando los pies por el salón 
pero llevando tu nombre a modo de bandera.
Manos que escriben solas
-por todo tu cuerpo-
en busca del tesoro,
con más ganas que un niño de diez años 
vestido de explorador.
Zapatos recién estrenados,
recién pisados
que se han quedado anclados a los pies de tu cama.
Los Domingos implican quererte más que en toda la semana pero menos que la próxima.